martes, 21 de mayo de 2013
En los últimos cincuenta años se han construido 40.000 grandes represas en el mundo. En sus inicios, estas obras tenían poca o ninguna oposición puesto que los objetivos planteados (dotar de energía eléctrica, prevenir inundaciones y aprovisionamiento de agua) aparecían como plausibles y legítimos. Sin embargo, desde la década de los setenta se comienza a evidenciar las graves consecuencias ecológicas, sociales y económicas que ocasionan estas construcciones.
Millones de viviendas quedaron bajo el agua de los reservorios y millones de personas perdieron sus tierras, bosques y otros recursos esenciales para su subsistencia. Muchos fueron reubicados, pero otros se vieron obligados a emigrar a las grandes ciudades, donde se agudizaron los problemas de pobreza, desempleo, violencia y carencia de servicios básicos.
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